Bueno… ¡Y empiezo mirándome al espejo con esta afirmación 🪞!
Y como dicen que en la vida somos espejos, seguramente yo soy tu espejo y tú eres el mío.
Es decir, en algún rincón de tu vida, totalmente obvio o bien escondido, igual que yo, ¡vives de afán!
Ahora, debo decir que “vivir” puede ser la palabra incorrecta, pues quizás no te (me) estás (estoy) gozando la vida, el camino, la ruta, lo bueno y lo malo.
Es posible que, por ese afán, en vez de vivir, solo estás de paso, estás sobreviviendo.
En mi caso, he aprendido a bajarle la velocidad 🛑, a no contrariarme cuando las cosas no salen cómo y cuándo quiero, pero sigo aprendiendo.
¿Y qué me ha llevado a este cambio?
Por un lado, las historias poderosas que he escuchado de personas que, por temas de salud, se han visto obligados a bajarle el ritmo.
Estas historias me han marcado, aclarando lo afortunado que soy, que puedo decir que algo así no me ha sucedido, y sé que no sucederá.
Pero, ante todo, fue la llegada de mi hijo Santi, hace poco más de 4 años.
Creería que, como casi todos los adultos, soy consciente de mi mortalidad.
Sin embargo, solo fue hasta que él nació que me dije “wow, ¿y qué pasaría el día que yo no esté o que no pueda proveer por él?”
Claro, más allá de lo mucho que hace su madre, entendí que quería estar con Santi mucho, mucho tiempo.
Y, aunque era clara mi mortalidad desde hace mucho, realmente antes de esa reflexión, no había pensado en lo que sucedería el día que yo no esté.
Esto, como suele pasar, ha sido un proceso y no una decisión de la noche a la mañana.
Paulatinamente he realizado cambios en mi vida y mi rutina, desde bajar de peso, comer mejor (aún me falta), soltar, dejar de pelear y bajarle a la velocidad.
Este cambio de visión me llevó a poner en práctica un conocimiento que ya tenía, en la teoría, pero que poco había practicado.
Dicho conocimiento se relaciona con aprovechar el camino, los regalos de la vida y aceptar todo lo que sucede.
Para mí, esto lo empecé a vivir cuando dejé de pelear con la vida y las circunstancias, y amar todo (y a todos), lo que etiqueto de “bueno” y de “malo”.
Mi ritmo de vida en muchos aspectos sigue siendo veloz, y muchas cosas, demasiadas, las quiero ya.
Pero poco a poco, aprendo a pausar mi ímpetu y mis expectativas.
Además, a confiar y soltar, entendiendo que el ritmo natural de la vida es perfecto y que esté no es de mi control.
Por otro lado, aquí puedes ver un video que publiqué la semana pasada, en el cual abordo esta temática.
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