Una actitud que parece muy humana y parte de nuestra naturaleza, y, que además suele ser promovida de forma automática por la sociedad, es culpar a los demás por todo lo que nos sucede.
En otras palabras, lo común es no responsabilizarnos de lo que sucede en nuestras vidas, en especial de lo que consideramos “negativo”.
Esta es una interesante estrategia, en la que pensamos que, al culpar a “otros” de dichas situaciones, o estas cambiarán o al menos podremos justificar cuando las cosas no funcionan.
Te invito a ver el siguiente video en el que exploro esta temática:
Al actuar así también estamos reconociendo otra actitud que nos enseña la sociedad y es que no es válido fallar ni equivocarse.
Lo cierto es que fallar es parte de la vida y es la única forma de crecer y mejorar.
El fallar y errar se deberían celebrar, de la misma forma que los padres felicitan a su hijo o hija cuando da los primeros pasos y se cae, una y otra vez, sin rendirse, hasta que lo logra.
Con esto no invito a buscar la falla, sino a entender que es parte de la vida y de la ruta para conquistar y lograr cualquier cosa.
Al inicio dije que culpar a los demás es una actitud que parece muy humana y parte de nuestra naturaleza, y lo dije así pues es un elemento de supervivencia.
Pero tengo mis dudas… Porque en otros niveles, esa misma supervivencia humana nos ha llevado a vivir en grupos, a crear sociedades y la actitud de culpar a otros iría en contra de esa premisa.
No importa la razón de fondo, el hecho es que esta es una actitud común, aprendida de alguna forma.
Al no responsabilizarnos al 100% de todo lo que nos sucede, estamos regalando nuestro poder.
Por unos instantes, quizás por minutos, horas o días, al culpar a un tercero de algo que nos sucedió, puede que logremos algo de paz interior.
Sin embargo, a largo plazo y dado que este tipo de actitudes suelen repetirse con frecuencia, acabamos regalando nuestro poder de decisión a esas terceras personas.
Solemos pensar que somos las dueñas y los dueños de nuestras vidas, que decidimos qué hacemos en nuestras vidas con el libre albedrío, pero, igualmente por una decisión, acabas dándole ese poder a uno o varios “terceros”, tanto personas como situaciones.
En el mejor de los casos, tienes un poco de poder sobre lo que sucede en tu vida, pero al no responsabilizarte, ese poder nunca será completo.
¿Alguna vez lo habías pensado así?
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Recuerda, ¡eres imparable!
Y no dejes de repetirlo: ¡YO SOY IMPARABLE!